Recuerdo hoy con especial cariño cuando siendo yo un joven dirigente político fui invitado por esta fundación a visitar Berlín y a trabajar junto a mis compañeros de la CDU alemana. Recuerdo de esa experiencia la calidad de la formación recibida y el rigor con el que se cumplían los horarios y la agenda de trabajo.
Es para mí un honor volver a Berlín y a la Fundación Konrad Adenauer con algunos años más pero con la misma ilusión que entonces para trabajar por mi país y por Europa.
Es un placer estar hoy aquí para dirigirme a un auditorio tan distinguido como éste. Les agradezco mucho su asistencia y la amabilidad de permitirme exponer durante los próximos minutos algunas ideas que me parecen importantes y necesarias.
Vivimos tiempos difíciles. A nadie se le oculta. Son tiempos difíciles en mi país, y lo son también con carácter general en toda Europa. Nuestros vecinos mediterráneos y, en general, el mundo árabe están experimentando, por su parte, una profunda ola de cambios que no podemos mirar con indiferencia porque también nos afectan, pero no va a ser el objeto de mis palabras de hoy, basta con apuntarlo. Hoy sólo voy a hablar del proyecto europeo, especialmente de su núcleo, que es el euro y se encuentra en un momento difícil.
Hemos visto cómo Grecia e Irlanda, y ahora también Portugal, han sucumbido ante dificultades económicas y financieras que finalmente han terminado por ser insalvables para ellos. Estos países han perdido la confianza de los mercados y en esas condiciones su situación se ha hecho insostenible.
En pocos meses la desconfianza se ha extendido y todo lo que parecía seguro se ha vuelto incierto y problemático. Nunca hemos necesitado certidumbres tanto como ahora, y nunca hemos tenido tantas dificultades para encontrarlas.
En este momento -todos lo sabemos-, las miradas se encuentran puestas en mi país, en España. La pregunta, por tanto, es qué vamos a hacer los españoles o dicho de otro modo: ¿qué se puede esperar de España?
Me parece que una de las cosas más útiles que se pueden hacer hoy en Europa es despejar dudas y ofrecer seguridades sobre esta cuestión. Y eso es precisamente lo que yo me propongo hacer, ofrecer certezas acerca de España.
Permítanme comenzar por exponer cinco datos extraídos del Eurobarómetro de primavera del año 2010. La fecha es muy importante para España, porque a principios del mes de mayo de ese año se hizo patente la gravedad de nuestra crisis económica. El trabajo de campo de esta encuesta se realizó entre el 8 y el 25 de mayo. Es decir, justo los días posteriores a que el Gobierno socialista español reconociera que las cosas estaban mucho peor de lo que decían. Por tanto, las respuestas a las que voy a referirme son las que dan los españoles ante una grave crisis nacional.
Los datos son estos:
• Primero: el europeísmo de los españoles supera ampliamente la media comunitaria. La diferencia es de 10 puntos.
• Segundo: en esa situación de crisis aguda, la confianza de los españoles en la Unión Europea supera en más de 20 puntos la confianza que tienen en su propio Gobierno.
• Tercero: el 91 % de los españoles afirma que España necesita hacer reformas para poder encarar su futuro. España obtiene la mayor puntuación de toda la Unión Europea en esta pregunta, y se sitúa 15 puntos por encima de la media.
• Cuarto: el 79 % de los españoles afirma que las reformas que benefician a las generaciones futuras deben ser realizadas incluso si eso significa hacer sacrificios ahora. Sólo Dinamarca, Suecia y Finlandia superan a España en esta pregunta.
• Y quinto y último: el 53% de los españoles dice que está dispuesto a reducir su nivel de vida ahora para asegurar el futuro de las nuevas generaciones. Sólo Dinamarca, Suecia, Holanda y Luxemburgo superan a España en este apartado.
Esta es la respuesta de los españoles ante la peor crisis económica que se recuerda en mi país. Una respuesta que puede resumirse en tres palabras: Europa, esfuerzo y reformas.
Una respuesta que sorprenderá a quienes piensan que en materia de política económica hay virtudes que son propias de los países del norte y vicios que son propios de los países del sur. No es verdad y la encuesta que acabo de citar es buena prueba de ello.
Sabemos que existe una relación estadística general entre el crecimiento económico y el apoyo a la UE, y sabemos también que cuando la economía va mal el apoyo al proyecto europeo es menor. Según esa regla, en España la magnitud de la crisis debería haber hecho desaparecer todo rastro de europeísmo, y sin embargo no ha sido así. Al contrario, España mantiene su vocación europea incluso con más fuerza que muchos de los países que han superado la crisis.
Para quien desconozca la historia de mi país esto puede resultar sorprendente, pero en realidad no tiene nada de extraño. Para España, Europa ha sido desde hace décadas sinónimo de democracia, progreso y modernización. Europa ha sido siempre una parte de la solución a nuestros problemas, y en los momentos de máxima dificultad es cuando el europeísmo español se ha hecho más intenso y ha puesto de manifiesto toda su potencia política, toda su capacidad para poner de nuevo en marcha a la sociedad hacia un objetivo compartido.
Los españoles sabemos cuáles son hoy nuestros problemas y sabemos lo que tenemos que hacer para solucionarlos: tenemos que volver a hacer las cosas bien. Para eso, lo primero que necesitamos es un cambio en España aunque mi intención, hoy aquí en Berlín, no es criticar al Gobierno de España sino explicar cuál es el futuro de mi país.
Probablemente, a muchos de ustedes les sorprenderá saber que en una fecha tan reciente como 1981 el Banco Mundial todavía calificaba a España como un país en vías de desarrollo. Apenas dos décadas después, el PIB per cápita español alcanzaba casi el 90% de la media europea; el diferencial de la deuda española a 10 años con respecto a la de Alemania era de cero puntos básicos, y la inversión española en el exterior llegaba a los 20.000 millones de euros. España es uno de los cinco países del mundo que más ha progresado en los últimos 50 años, y en las últimas décadas lo ha hecho extraordinariamente. Por más que algunos errores nos hayan traído las dificultades actuales, la historia reciente de España es la historia de un éxito.
La vocación europea de España fue abriéndose paso desde finales de los años cincuenta del siglo pasado. Pese a que por razones políticas España no podía ser parte de las Comunidades Europeas, en 1959 se inició un proceso de reforma económica que fue dando frutos a lo largo de los años sesenta y que se intensificó con un Acuerdo Comercial Preferencial en 1970.
El inicio de la transición política y la celebración de elecciones libres en 1977 permitió a España presentar con éxito su solicitud de ingreso en las Comunidades Europeas, que se produjo finalmente el 1 de enero de 1986. Ese ingreso fue apoyado por unanimidad en las dos cámaras del Parlamento español, y desde entonces se han registrado amplísimas mayorías parlamentarias en la aprobación de los tratados europeos, mayorías de las que siempre han formado parte los grandes partidos nacionales.
Tanto con gobiernos de centro-izquierda como de centro-derecha, el profundo compromiso europeísta ha hecho posible que España aproveche al máximo las oportunidades de las políticas europeas. Lo hizo con el Acta Única Europea y con las políticas de cohesión, que permitieron la reconversión industrial de los años ochenta y la modernización de la economía española para formar parte del nuevo Mercado Interior. Y lo hizo luego con el Tratado de la Unión Europea y con el proyecto del euro, del cual el Gobierno del que formé parte fue decidido impulsor y fundador.
Desde los años setenta y hasta hace apenas unos años, todos los Gobiernos españoles han mantenido un compromiso no retórico sino real con el proyecto de integración europea. Lo tuvieron los Gobiernos de centro-derecha de la Unión de Centro Democrático, que dirigieron las negociaciones de adhesión durante los primeros años con gran convicción y en circunstancias nada fáciles. Lo tuvieron luego los Gobiernos socialistas, bajo cuyo mandato pudo conseguirse la integración, el objetivo nacional histórico que junto a la democracia y la libertad anhelaba todo el pueblo español. Y, por supuesto, lo tuvieron los Gobiernos de centro-derecha del Partido Popular, que situaron a España en la primera fila del proyecto europeo como país fundador de la moneda única y como ejemplo de buen gobierno económico.
Además, España, desde su adhesión, ha sido un país muy activo y comprometido con la Unión Europea. Se ha esforzado en la formulación de propuestas y el lanzamiento de iniciativas dirigidas tanto a profundizar el proceso de integración europeo -me refiero por ejemplo a la ciudadanía europea, a las políticas de cohesión, al espacio de libertad, seguridad y justicia o a la llamada estrategia de Lisboa- como a intensificar sus relaciones con otras partes del mundo, tales como el Mediterráneo, América Latina o los Estados Unidos.
Como miembro que fui durante más de siete años del Gobierno de España, vicepresidente del mismo y titular de varias carteras ministeriales, he tenido la oportunidad de participar muy activamente en muchas de esas iniciativas, donde siempre encontré la receptividad de los gobiernos alemanes.
Pues bien, quiero que sepan que ese es el papel que los españoles quieren que volvamos a desempeñar en el futuro.
Decía hace unos minutos que mi intención era despejar dudas y dar seguridades. A eso es a lo que he venido. Pues bien, permítanme decirles con seguridad algo que creo que puedo expresar en nombre de todos los españoles: España sigue firme en su compromiso europeo que hoy más que nunca tiene en el euro su máxima expresión económica y política. Y no lo hace por obligación. Lo hace porque quiere, porque su europeísmo es auténtico y profundo.
Vengo a decirles que España volverá a funcionar. Vengo a decirles que España cree en el proyecto europeo y cree en la moneda común. Vengo a decirles que para nosotros los acuerdos del euro siguen en pie y que los vamos a cumplir.
• Convicción, porque esos acuerdos los hemos elegido y votado libremente, con pleno conocimiento de lo que ellos significan.
• Porque España quiere ser parte de la Europa necesaria. Porque Europa ha sido la gran empresa común de varias generaciones de españoles.
• Vamos a cumplir porque aquellas generaciones de españoles tenían razón y lo sabemos. Porque se lo debemos a todos los que quisieron estar en Europa y no pudieron.
La crisis del euro se tiene que acabar en España. España va a ser el punto de inflexión en los problemas que ha tenido el euro y los españoles somos conscientes de ello. Los españoles nos imponemos la obligación nacional de fortalecer el euro, que no es la moneda de otros sino nuestra propia moneda, la que hemos decidido tener.
Para eso hay que hacer las cosas bien. Es necesario realizar ajustes en las cuentas públicas, en la fiscalidad y en todas las políticas sectoriales. Hay que fijar un plan de reformas riguroso, serio, creíble y de alcance global, que comprometerá a todas las instituciones en todos los niveles de gobierno y Administración, y que necesita el respaldo de toda la sociedad.
Porque ya no se trata de seguir manifestando buenas intenciones, sino de comprometerse de verdad con las buenas políticas, que es lo que los españoles están exigiendo a su Gobierno desde hace tiempo.
Las buenas políticas son las que se hacen con acuerdos, con coherencia y permanente afán reformista. Reformas que en el caso español deben ser profundas y de gran alcance, porque deben permitirnos recuperar el tiempo que hemos perdido en los últimos años.
España necesita una economía mucho más competitiva, mucho más flexible y capaz de adaptarse a las exigencias de un entorno global que ofrece grandes oportunidades a quien sabe aprovecharlas. Necesita cambios profundos para restaurar el equilibrio presupuestario en todas las Administraciones. Necesita disciplina, rigor y austeridad para generar confianza. Necesita crear un entorno económico atractivo para los emprendedores y restaurar la unidad de mercado y garantizar la seguridad jurídica. Debe aprovechar al máximo las ventajas de ser un país grande.
Los españoles debemos abordar la reforma de nuestro mercado de trabajo, de la energía, de los transportes, y es imprescindible mejorar el sistema educativo. España quiere seguir siendo una sociedad de bienestar avanzada, pero el bienestar hay que pagarlo, y para eso las reformas son indispensables.
Sólo así podremos crear empleos, especialmente entre los jóvenes. Necesitamos poner a España a trabajar, porque el trabajo es la mejor política social, y porque sin él el bienestar real es imposible.
La estabilidad, el reformismo, el rigor, la responsabilidad y la austeridad no son virtudes alemanas, son virtudes en cualquier lugar. Lo son en Alemania como lo son en España, y alejarse de ellas sólo conduce al empobrecimiento y al desempleo, en cualquier lugar.
Cuando las cosas van mal, no es por ser miembro de un país u otro, sino porque las cosas se han dejado de hacer bien. Nosotros lo sabemos y vamos a actuar en consecuencia. Vamos a unir a España alrededor de este objetivo nacional y al servicio de ese gran objetivo vamos a poner toda la energía, la fuerza y la creatividad de la sociedad española. Tenemos mucho trabajo por delante, pero estamos preparados para hacerlo deprisa y para hacerlo bien. Pueden confiar en nosotros.
Lo que digo hoy aquí, en Berlín, es lo mismo que cada día digo en Madrid, en Barcelona o en Sevilla. No hay agenda oculta, sino transparencia y claridad ante los españoles sobre el cambio que necesitamos. Son ellos los que lo piden: más sociedad y mejor gobierno.
En España no va a haber un Gobierno que aborde las reformas tarde y sin convicción, obligado por las circunstancias. En España habrá un gobierno decidido a hacer esas reformas que además la propia sociedad exige.
Las haremos si realizamos un esfuerzo de apertura, de modernización, de competitividad y de liberalización de gran envergadura, como lo hemos hecho otras veces, como lo hicimos en 1959, en 1986 y en los años noventa, para formar parte del euro. No es nuevo para nosotros.
Pero tampoco es fácil. Vamos a necesitar ayuda. Y sobre todo su ayuda, la ayuda de Alemania. Una ayuda que tiene que expresarse de muchas formas, como lo ha hecho en el pasado.
Alemania no ha sido para España sólo un socio económico fundamental, ha sido también un socio político de capital importancia.
Sin el compromiso alemán a favor de España en el Consejo Europeo de Stuttgart en junio de 1983, probablemente mi país no hubiera podido ser miembro de las Comunidades Europeas en los años ochenta. Y sin la inteligente generosidad alemana a favor de España, nuestra modernización habría sido más lenta y menos útil para el conjunto de Europa.
En su contribución al progreso de España se ha hecho presente la mejor Alemania. Y en su apoyo a Alemania España ha realizado su vocación europea. Lo hizo con motivo de la reunificación, lo hizo también al aceptar como propio el proyecto de la moneda única, y lo hará siempre que Alemania lo necesite.
En suma, el euro es nuestra moneda, y queremos que lo siga siendo. Todos somos responsables de él y todos debemos cumplir los compromisos que la moneda única supone. En este sentido hemos de convenir que la reforma hace unos años del Pacto de Estabilidad y Crecimiento lanzó un mensaje equivocado que contribuyó a que quienes estaban predispuestos a ello avanzaran demasiado rápido y demasiado lejos por la senda de la irresponsabilidad.
La lección que debemos extraer para el futuro de los problemas de hoy es que todos debemos cumplir los acuerdos y los compromisos esenciales que en su día firmamos, sobre todo cuando estos suponen el eje vertebral del proyecto común.
Señoras y señores, mi posición sobre el euro y sobre lo que debemos hacer los españoles y el resto de europeos, se la acabo de exponer, es nuestro reto más inmediato pero no el único. Permítanme que enumere sólo algunas otras ideas
 Muy pronto se han de negociar las nuevas perspectivas financieras y se ha de reformar el presupuesto comunitario. España no tardará en ser contribuyente neto.
 Es necesario revisar la Política Agrícola Común sin perjudicar a nuestros agricultores y encontrar el mejor modo de ayudar al desarrollo de las regiones europeas menos avanzadas.
 Hay que reformar la gobernanza económica y hay que extender la presencia europea en el mundo como pretende el Tratado de Lisboa.
• Tenemos que reformar la llamada Política Europea de Vecindad con el fin de acompañar a los procesos de cambio democrático que se están desarrollando en los países de la ribera sur del Mediterráneo y contribuir a su éxito, para conseguir así un espacio de libertad, paz y prosperidad en la región euro-mediterránea.
• Es preciso restablecer una vigorosa relación atlántica sobre la idea de que tenemos intereses y principios compartidos. Estoy convencido de que Europa y los Estados Unidos, en el contexto global actual, somos más fuertes si actuamos juntos o coordinadamente, que si lo hacemos por separado.
• Pero, sobre todo, hay que continuar el espíritu del proceso de integración de Europa y aplicarlo en todos los ámbitos, en las áreas de seguridad, justicia, inmigración, energía, grandes proyectos de infraestructuras comunes y también en materia de educación y cultura. Me parece muy conveniente que los jóvenes europeos tengan en sus estudios de Bachillerato una asignatura específica sobre los antecedentes, objetivos y funcionamiento de las instituciones de la UE. Vengo repitiendo esta idea de una asignatura europea desde los referendos fallidos del Tratado Constitucional en Francia y Holanda.
Alemania, estoy seguro, abordará todas estas cuestiones según los valores que le son propios, y esos mismos valores son, en gran medida, los de España.
La Europa necesaria, la mejor Europa posible, está por hacer, y en esa tarea España y Alemania deben volver a colaborar estrechamente, como tantas veces lo han hecho en el pasado para el bien de todos. Tenemos ante nosotros la tarea común de hacer una Europa para el siglo XXI, con la contribución indispensable de otros países firmemente comprometidos con la construcción europea. Una Europa de todos, pero una Europa que debe ser más alemana y más española en un mundo que cada vez compra más alemán y habla más español, también en EE.UU.
El objetivo, en mi opinión, es más Europa y mejor Europa. Ello requiere de grandes consensos nacionales en cada país y de una pedagogía constante por parte de todos. Requiere un trabajo de persuasión abierto y honesto. Un esfuerzo nacional que genere una mayoría política cualificada con la que se pueda contar cuando lleguen los momentos difíciles.
Por ejemplo, de nada sirve un nuevo Pacto de Estabilidad si las opiniones públicas siguen sin comprender lo que esto significa y creen que la irresponsabilidad en las cuentas públicas es una opción política como otra cualquiera a favor de la cual se puede votar en las elecciones, o que pueden defender mediante huelgas y acciones directas.
En este sentido hay algunas cosas que repito siempre en mi país:
1.) La UE es una unión de Estados nacionales distintos aunque comprometidos en un proyecto único en el que debemos seguir avanzando.
2.) La UE es un espacio político que garantiza la libertad, los derechos humanos, la democracia, la cohesión y la solidaridad entre todos. Es también un espacio que busca mayor proyección e influencia en el plano exterior como requiere un mundo globalizado e interdependiente.
3.) El euro y la política económica que le acompaña son garantía de bienestar, progreso y de mejora de la condiciones de vida de los ciudadanos.
4.) Para reforzar este compromiso europeo plantearé lo que he llamado un Acuerdo Nacional para Europa. Se trata de un acuerdo de amplia base política y parlamentaria que aseguraría un compromiso consciente y duradero con la UE y con lo que el euro exige.
Permítanme concluir con una cita del profesor Josef Isensee, bien conocido en esta fundación. Dice así: "Alemania desea ser al mismo tiempo Estado nacional, Estado constitucional y miembro de la Europa unida. Pero estos objetivos pueden entrar en conflicto recíproco. Sólo pueden ser equilibrados en la práctica si Alemania se mantiene abierta a la unidad europea y afirma con ello su identidad nacional."
Creo sinceramente que algo similar puede decirse de España. Sólo es capaz de ser ella misma cuando se compromete hasta el final con el proyecto europeo. España quiere volver a ser ella misma. Va a volver a ser ella misma. En este sentido, España y Alemania son países hermanos. Si actuamos como tales, Europa entera nos lo agradecerá.
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